Tres Cenotes de Cuzamá: La joya natural de Yucatán que combina aventura, historia y cultura maya
Descubre Chelentún, Chacsinicché y Bolonchoojol; vive la aventura en "truck", saborea la gastronomía local, y explora el corazón natural e histórico de Yucatán


A solo 48 kilómetros al sureste de Mérida, en el corazón del municipio de Cuzamá, se esconde uno de los circuitos de cenotes más auténticos y fascinantes de Yucatán. Conocidos como los Tres Cenotes de Cuzamá, este destino ofrece una inmersión total en los paisajes subterráneos, la historia viva y la aventura que caracterizan a la Península.
Para llegar a los cenotes, ubicados en la Ex Hacienda Chunkanán, los visitantes realizan un pintoresco recorrido de 4 km en bicitaxi desde la población de Chunkanán.
Una vez allí, la aventura comienza de verdad al subir a un “truck”, los tradicionales vagones de madera tirados por caballos que transitaban por las vías del antiguo ferrocarril henequenero.
Este viaje de 7 kilómetros a través de senderos rodeados de maleza no solo es el medio de transporte, sino una atracción en sí misma que permite conectar con el pasado agroindustrial de Yucatán y observar la flora y fauna local.
El circuito está compuesto por tres impresionantes cuerpos de agua, cada uno con una personalidad única que refleja la riqueza geológica y la profunda significación que los antiguos mayas otorgaban a estos espacios sagrados.
El primer destino es Chelentún, cuyo nombre en maya significa “piedra escurridiza”. Este cenote semiabierto de aguas azul profundo y ambiente sereno es ideal para un primer baño. Sus formaciones rocosas, pulidas por el agua a lo largo del tiempo, crean un escenario de paz y frescura.
La siguiente parada es Chacsinicché o “árbol con raíces rojas”. Este cenote a cielo abierto es quizás el más fotogénico del circuito, donde las raíces de los árboles descienden hasta tocar el agua cristalina y la luz del Sol se filtra desde la superficie, creando un juego de luces y sombras verdaderamente espectacular que evoca la conexión entre el mundo terrenal y el inframundo maya.
El recorrido culmina en Bolonchoojol, un cenote cerrado cuyo nombre se traduce como “nueve agujeros de ratón”. Tras descender por una entrada estrecha, se revela una cámara cavernosa de atmósfera casi mística. La luz del día se cuela por pequeñas grietas en la bóveda, iluminando tenuemente las aguas turquesas y creando un ambiente de serenidad y asombro.
Familias locales ofrecen una deliciosa gastronomía típica, con platillos como la cochinita pibil, el pollo en escabeche o los salbutes, acompañados por aguas de chaya o pitahaya. Además, los visitantes tienen la oportunidad de adquirir artesanías y productos locales, contribuyendo directamente a la economía de la comunidad de Cuzamá.







