Bután, un viaje al último reino místico
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Por Lina Mou / linamoucolumn@gmail.com
En un rincón escondido del Himalaya, donde las nubes parecen flotar entre los templos y los monjes budistas caminan con una serenidad envidiable, se encuentra Bután, el reino de la felicidad. Un país que ha decidido medir su progreso no con números de crecimiento económico, sino con un índice de felicidad que privilegia el bienestar de su gente, la conservación de su cultura y el respeto por la naturaleza.
Viajar a Bután no es una decisión impulsiva. No hay turismo masivo, ni grandes cadenas hoteleras, ni influencers inundando sus calles. Aquí, cada visitante paga una tarifa diaria para asegurar que el impacto en la comunidad sea mínimo y que el turismo beneficie, en lugar de alterar, la vida cotidiana de los butaneses.
Pero lo que se recibe a cambio es algo que ningún otro destino ofrece: una conexión auténtica con un mundo que parece haberse detenido en el tiempo. Desde la llegada al aeropuerto de Paro, considerado uno de los más desafiantes del mundo por su ubicación entre montañas, se siente que este país juega con otras reglas. No hay estrés ni prisas, los edificios siguen un diseño arquitectónico tradicional y el aire puro de las montañas se convierte en una bienvenida difícil de olvidar.
El camino lleva a monasterios enclavados en acantilados, como el legendario Nido del Tigre, donde la espiritualidad se respira en cada rincón. En los pueblos, la gente sonríe sin motivo aparente, y es fácil entender por qué: aquí, la vida es simple pero plena. No hay hambre, la educación y la salud son gratuitas, y el respeto por la naturaleza es sagrado.
Bután no es un destino de fotos espectaculares—aunque las hay—sino de experiencias que transforman. Es el tipo de viaje que te obliga a desacelerar, a cuestionar el ritmo frenético del mundo moderno y a preguntarte si, después de todo, estamos midiendo la felicidad de la manera correcta.
Quizá por eso, al salir de Bután, uno no solo se lleva recuerdos, sino también una sensación difícil de describir: la certeza de que, en algún lugar del mundo, todavía existen lugares donde la felicidad no es una meta, sino una forma de vida.