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El eterno problema de Colombia

Aguas Internacionales por José Miguel Martínez.

“Ha sido un día de muerte”, señaló Gustavo Petro, y no es para menos. El pasado jueves 21 de agosto, Colombia vivió una de las jornadas más sangrientas de los últimos años: las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) derribaron un helicóptero militar y atacaron con un coche bomba una base en Cali.

Esto dejo un saldo de 19 muertos y decenas de heridos. La guerrilla más antigua del continente volvía a hacerse presente. Pero ¿Quiénes son las FARC?

El conflicto inició en 1958 y ha dejado más de 220,000 muertos -en su mayoría civiles- según datos del gobierno colombiano. Las FARC surgieron en 1956 como un movimiento de protesta campesina, tras años de invisibilización por parte del Estado.

La respuesta oficial fue una ofensiva militar que, lejos de sofocar la revuelta, avivó las tensiones. Desde sus orígenes, las FARC buscaron apoyo en la URSS, Cuba y China.

En 1984 se alcanzó el primer alto al fuego y se permitió a las FARC fundar un partido político: la Unión Patriótica (UP). Sin embargo, el acuerdo fracasó ante las constantes hostilidades y, sobre todo, por el asesinato sistemático de sus dirigentes.

En 2021, el Centro Nacional de Memoria Histórica publicó el informe “Todo pasó frente a nuestros ojos. El genocidio de la Unión Patriótica 1984-2002”, donde se estimaba que 4 mil 153 integrantes de la UP fueron asesinados.

Con la caída del bloque soviético, se hizo evidente que las FARC necesitaban nuevas formas de financiamiento.

Así, además de los ataques contra civiles y militares, recurrieron al secuestro y, sobre todo, al narcotráfico, involucrándose en la producción y tráfico de cocaína hacia Estados Unidos.

Esto llamó la atención de Washington. En 1998, junto con el presidente Andrés Pastrana, diseñaron el Plan Colombia, mediante el cual la Casa Blanca ofrecía asistencia militar y económica para combatir a la guerrilla.

Paralelamente, se intentaron nuevas negociaciones de paz, con la creación de una zona desmilitarizada de 40 mil km². Pero el proceso se vino abajo cuando las FARC aprovecharon esa zona para cometer abusos, entre ellos el secuestro de un avión en el que viajaba el senador Jorge Gechem.

Los combates se extendieron hasta 2016, cuando el gobierno de Juan Manuel Santos logró, tras cuatro años de diálogos, un acuerdo de paz.

A cambio de perdón y reinserción social, las FARC debían deponer las armas. Más de 7 mil fueron entregadas bajo verificación de la ONU. Ese mismo año, Santos recibió el Premio Nobel de la Paz.

En 2022 murió Gentil Duarte, uno de los principales jefes guerrilleros vinculados al acuerdo de paz, y fue reemplazado por Iván Mordisco, quien nunca estuvo de acuerdo con las negociaciones.

Ese mismo año asumió Gustavo Petro la presidencia, con la idea de alcanzar una “paz total”. En 2023 intentó disolver por completo a las FARC, pero el intento fracasó y en 2024 un grupo disidente rompió el alto al fuego.

El Gobierno de Petro buscó acabar de una vez por todas con las FARC. Sin embargo, en vez de lograr la pacificación, propició que los grupos más violentos se separaran de la comandancia de Mordisco, reavivando un problema que parecía superado.

Aun así, no parece que esto preocupe demasiado al mandatario: lejos de asumirlo como un revés político, podría incluso usarlo como catapulta, presentándose como víctima de los ataques y respondiendo -ya sea en declaraciones oficiales o en su cuenta de X- a los medios y periodistas que lo señalan como responsable de abrir una caja de Pandora que el país creía cerrada. Porque, al final, Petro siempre encuentra la manera de colocarse en el papel de víctima.

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