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Juventud: presente y motor de la transformación

Cada 12 de agosto el mundo conmemora el Día Internacional de la Juventud. Y aunque las fechas conmemorativas son importantes para visibilizar causas, lo cierto es que el impulso a las juventudes no puede reducirse a un día en el calendario: debe ser una política permanente, transversal y prioritaria.

En Quintana Roo, más de una cuarta parte de la población está formada por jóvenes. Ellas y ellos no son el “futuro” como tradicionalmente se les llama; son el presente vivo de nuestra sociedad. Están en las aulas, en las calles, en los centros de trabajo, en los colectivos culturales, en el deporte, en el emprendimiento. Son creativos, críticos y resilientes, pero también enfrentan desafíos enormes: empleos precarios, falta de acceso a vivienda, problemas de salud mental y espacios de participación política limitados.

Desde el Congreso, he impulsado y respaldado iniciativas que buscan garantizar que las y los jóvenes tengan herramientas reales para desarrollarse. No se trata solo de becas —aunque son indispensables—, sino de abrir oportunidades de formación técnica, de acceso a la cultura, de impulso al deporte y de fortalecimiento de la salud física y emocional.

La Cuarta Transformación ha puesto sobre la mesa la necesidad de que el Estado deje de ver a la juventud como un problema a contener y comience a verla como un aliado estratégico para el cambio. Un país que no invierte en sus jóvenes está hipotecando su futuro. Un estado que no escucha a sus juventudes está condenando su presente.

Pero la responsabilidad no es solo de los gobiernos. La sociedad en su conjunto debe derribar prejuicios, abrir espacios y confiar en las nuevas generaciones. Ellas y ellos traen consigo una visión fresca, una capacidad de adaptación al cambio y un sentido de justicia que debemos potenciar, no limitar.

El reto es enorme: generar políticas que garanticen empleo digno, acceso a educación de calidad, respeto a la diversidad y participación real en la toma de decisiones. Si queremos un Quintana Roo más justo, próspero y pacífico, debemos hacerlo de la mano de quienes lo vivirán más tiempo: nuestras y nuestros jóvenes.

Porque no hay transformación posible sin su energía, sin su voz y sin su liderazgo. Y hoy, más que nunca, necesitamos que ese liderazgo florezca.

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