Opinión

¿El mundo es más violento?

José Miguel Martínez

Con las recientes tensiones globales y los conflictos bélicos que se han desatado, es inevitable preguntarnos si estamos encaminados hacia un mundo más violento. A medida que las tensiones aumentan y los Estados empiezan a priorizar sus fuerzas armadas por encima de la diplomacia y la negociación, la respuesta parece ser clara: sí, el mundo está volviendo más violento. Pero antes de apresurarnos a hacer esta afirmación, pongamos las cosas en perspectiva.

Tras la Segunda Guerra Mundial, los países comprendieron que establecer fronteras claras y fomentar sistemas democráticos eran las claves para evitar futuros conflictos entre naciones. Como resultado, las guerras entre Estados se volvieron relativamente raras. Para tener una idea de la magnitud de la violencia en aquella época, basta con recordar que la Segunda Guerra Mundial causó la muerte de más de 6 millones de personas (sin contar el Holocausto), involucrando a más de 70 países.

Con el fin de este conflicto, comenzó la Guerra Fría, una época en la que las dos superpotencias, la URSS y Estados Unidos, libraron una batalla mediática y militar por extender su modelo político y social. Aunque no se enfrentaron directamente, apoyaron a bandos en diversos conflictos, como la guerra de Corea, la de Vietnam y la desintegración de Yugoslavia. A pesar de los enormes riesgos, ambos bloques evitaron el enfrentamiento directo.

A partir de esta etapa, las guerras no desaparecieron, pero comenzaron a tener causas diferentes: revoluciones, golpes de Estado y guerras civiles. Aunque muchos de estos conflictos recibieron apoyo extranjero, en su mayoría se trataban de luchas internas entre los pueblos de un mismo país. En este sentido, podemos afirmar que los Estados democráticos tienen pocas razones para entrar en guerra entre sí.

La guerra entre países democráticos es ineficiente, costosa y perjudicial para la reputación de los líderes al poder. Los intereses económicos, sociales y políticos de estos países están mucho mejor defendidos a través de la diplomacia y el comercio.

Sin embargo, hoy vivimos un panorama distinto. Las guerras entre Estados están empezando a resurgir, pero bajo dos formas distintas. La primera es la lucha contra grupos terroristas: Estados Unidos ha atacado a ISIS y Al Qaeda, e Israel a Hamas en Gaza. Estos no son conflictos directos entre gobiernos, sino enfrentamientos con organizaciones no estatales.

El segundo, y más peligroso, es el resurgimiento de los enfrentamientos entre Estados. Aquí entra el conflicto entre Israel e Irán, la invasión de Ucrania por parte de Rusia, o el eterno conflicto entre India y Pakistán.

Lo que une a estos conflictos es que todos involucran a naciones que fueron, en su mayoría, controladas por potencias extranjeras en el pasado: India y Pakistán fueron colonias del Imperio Británico, Ucrania y Rusia formaban parte de la URSS, y la creación de Israel fue producto de una resolución de la ONU. Las fronteras de estos países fueron impuestas sin considerar las particularidades culturales o históricas de las poblaciones locales.

Entonces, ¿nos dirigimos hacia un mundo más violento? La respuesta corta es no. Si bien estamos viendo una reactivación de los conflictos bélicos, la tendencia aún se puede revertir. La paz está en nuestras manos, pero si los Estados continúan adoptando actitudes belicistas, rearmándose y provocando situaciones de tensión, el riesgo de un estallido global aumentará.

El tiempo dirá si hemos aprendido la lección de la historia, o si estamos condenados a repetir los mismos errores, recordando una y otra vez que la guerra y el odio no nos llevan a ninguna parte.

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