Gastronomía

El pozole: del ritual sangriento prehispánico al platillo estrella de las Fiestas Patrias

Este manjar tradicional tiene un pasado insólito: en la época mexica se preparaba con carne humana como parte de rituales sagrados

Aunque hoy es símbolo de mexicanidad y sabor, el pozole tiene un origen ritual ligado al sacrificio humano en el México prehispánico. Con la llegada de los españoles, la receta se transformó y se convirtió en un ícono culinario del país.

El oscuro origen del pozole, el platillo que representa a México en septiembre

Cada septiembre, el pozole se convierte en el protagonista de las mesas mexicanas junto con los chiles en nogada. Esta sopa espesa, hecha a base de maíz cacahuacintle, carne (hoy de cerdo), lechuga, rábano, cebolla, chile y orégano, es considerada uno de los platillos más emblemáticos de las Fiestas Patrias. Sin embargo, su historia esconde un pasado impactante: en tiempos prehispánicos, el pozole se cocinaba con carne humana.

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En ceremonias religiosas dedicadas a dioses como Xipe Tótec, el pozole era parte de rituales de sacrificio. El platillo, entonces llamado tlacatlaolli (maíz de hombre, en náhuatl), se preparaba con maíz, agua y partes del cuerpo del sacrificado, quien ofrecía su vida como ofrenda divina. Esta práctica no era vista como un acto de crueldad, sino como una manera de mantener el equilibrio del universo, alimentando a los dioses con sangre y carne humana.

El sacrificio era un honor reservado a guerreros enemigos o incluso a voluntarios que consideraban este destino una muestra de valentía. Solo las élites, incluido el tlatoani mexica, tenían acceso a este manjar, según relatos del fraile Bernardino de Sahagún.

La creencia era que consumir carne humana otorgaba vitalidad, fuerza y larga vida, como una especie de ritual regenerativo. Tras la Conquista, los españoles reemplazaron la carne humana por carne de cerdo, manteniendo el maíz como base. Así, el platillo evolucionó hasta convertirse en el símbolo culinario nacional que conocemos hoy.

Con el paso del tiempo, el pozole se integró a la identidad mexicana, y después de la Revolución, fue adoptado como platillo patriótico por excelencia, presente en celebraciones cívicas y políticas. Además, su variedad en colores —blanco, rojo y verde— coincide con los de la bandera de México, reforzando su carácter nacionalista.

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