

Cada diciembre, Chiapa de Corzo no solo se viste de fiesta: se llena de fe, memoria y pasos que resisten el tiempo.
La Topada de Flor, una de las tradiciones más emblemáticas del Pueblo Mágico, vuelve a cobrar vida a través de quienes la sostienen generación tras generación: los niños floreros.
Del 14 al 21 de diciembre, los devotos del Niño Florero, encabezados por el “patrón de los floreros”, don Tomás Nigenda, emprenden una caminata ritual hacia las montañas de los Altos de Chiapas.
El objetivo es recolectar flores nativas como el Niluyarilo, el Nuri Rosa y la Mazorca, con las que se elaborará el altar del Niño Jesús, presentado el 22 de diciembre en la iglesia principal del municipio.


Fe que camina
La Topada de Flor es una tradición ancestral que fusiona elementos prehispánicos con la fe cristiana, una herencia viva que se transmite no en libros, sino en pasos, cansancio y promesas cumplidas.
Una leyenda local narra que el Niño Florero nace del encuentro entre el sol y la luna, representado en la flor de Niluyarilo, cuya forma recuerda la mano de un niño, reforzando el vínculo entre naturaleza y espiritualidad.


A pesar del paso del tiempo, quienes participan aseguran que la tradición ha cambiado muy poco.
“Lo que cambia es la juventud”, comenta uno de los floreros con 17 años de servicio y 72 de edad.
“Ellos vienen diferentes, pero ya estando aquí, se normalizan. La tradición los va formando”.
Voces del camino
El cansancio es parte del ritual, pero también la alegría.
Eric, de 13 años, participa por primera vez:
“Lo más difícil es el camino… pero ya cuando vas llegando, sientes felicidad y devoción”.
Antonio, de 18 años, lleva cuatro años como florero y resume el sentir colectivo:
“Es algo muy bonito traer las flores para el nacimiento del Niño Dios. Es cansado, pero con fe se va perdiendo el cansancio”.


Mientras los floreros caminan, otros esperan y sirven. Doña Adela Ramírez, con 13 años apoyando la tradición, prepara alimentos para quienes regresan:
“Aquí el que no viene a servir, no sirve para nada”, dice con orgullo, mientras relata que este año se prepararon alrededor de 70 kilos de maíz para recibir a los caminantes.
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Tradición y responsabilidad
Aunque la recolección de flores ha generado debate por su impacto ambiental, la comunidad asegura que se realiza de forma controlada, buscando un equilibrio entre la conservación del entorno y la preservación de su patrimonio cultural.


La Topada de Flor no es solo un ritual religioso; es identidad, memoria y resistencia cultural. Es la prueba de que, en Chiapa de Corzo, la fe sigue caminando, sostenida por niños, jóvenes y adultos que entienden que heredar una tradición es también un acto de amor.





