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Artesanos de Chiapas denuncian encarecimiento de materia prima y lucha por reconocimiento del oficio milenario

Artesano chiapaneco denuncia costos altos e intermediarios que afectan su oficio.

El artesano chiapacorceño Rosel González Montoya, con 44 años dedicados al tallado de madera y ámbar, reveló que la labor artesanal en Chiapas continúa enfrentando obstáculos estructurales: intermediarismo que dispara el costo del material, falta de acceso directo al recurso y una batalla permanente por preservar el oficio y su valor económico y cultural.

González Montoya afirmó que el mercado del ámbar hoy está dominado por intermediarios, lo que ha duplicado su precio y limita la capacidad productiva de los talleres locales:

“El material se puede adquirir ahorita, pero son intermediarios. Ya no son directos… se encarece al doble. Se hace muy difícil conseguir un material a buen precio y venderlo accesible”, denunció.

El artesano, cuyo trabajo se exhibe en el Museo del Ámbar, recordó que antes el artesano era visto como un trabajador menor, sin prestigio ni pago justo:

“Era un gobierno donde no les daba la parte que merecía el sector artesanal. El artesano era lo más bajo. Te compraban las piezas a lo burdo, con regateo”, relató.

Hoy, tras décadas de lucha y premios nacionales, afirma que el prestigio se ha ganado con sacrificio personal, económico y familiar.
Desde los 9 años dentro del oficio, con 53 de vida, González describe la artesanía más allá de un empleo: es vocación, desgaste, renuncia y legado.

Su taller familiar —ahora continuado por sus hijos— ha logrado desarrollar obras como una Virgen de Guadalupe de 1.20 metros totalmente labrada y esculturas en ámbar y madera de alto detalle técnico. Sin embargo, el artista asegura que mantener el nombre y la calidad exige constancia brutal:

“El éxito se construye con esfuerzo, sacrificio, dolor y lágrimas. Llegar es fácil; mantenerse es lo más difícil”, expresó.

Asimismo, lamentó que el reconocimiento para muchos maestros llega tarde:

“Cuando tú mueres, tus obras se vuelven famosas. La fama viene después. Esa es la realidad”, dijo.

Pese a ello, el maestro artesano se niega a soltar el oficio:

“Esto es mi vida. Este taller es mi estudio y mi lugar de desahogo. Aquí nace la inspiración”, afirmó.

Con cuatro décadas de trayectoria, González Montoya advierte que el reto ahora es que las nuevas generaciones valoren el oficio y que las condiciones comerciales permitan que la artesanía chiapaneca siga siendo patrimonio vivo, y no solo pieza de museo.

Alejandra Chávez

Alejandra Chávez/ reportera de Tuxtla Gutiérrez

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