Los esqueletos fantasma: el macabro obsequio de los banquetes romanos que recordaba la muerte
En la Antigua Roma, los anfitriones regalaban pequeños esqueletos articulados a sus invitados como un “memento mori”, recordándoles que la vida es efímera y que la muerte es inevitable.


Los antiguos romanos tenían rituales sofisticados en sus banquetes privados, donde la comida, el entretenimiento y los regalos eran esenciales. Entre estos obsequios destacaban los larvae convivales o “fantasmas de banquete”, pequeñas figuras esqueléticas que servían como recordatorio de la mortalidad y como símbolo de disfrute de la vida presente.
El banquete como ritual social
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Los banquetes romanos, conocidos como convivium, eran encuentros sociales con gran importancia cultural. Según The Met Museum, se distinguían banquetes públicos y privados; en los segundos, los anfitriones buscaban impresionar con lujo, entretenimiento y regalos únicos. Entre estos destacaban los larvae convivales, pequeños esqueletos articulados que se entregaban a los asistentes como recordatorio de que la muerte es inevitable.
Hasta la fecha, se han encontrado doce ejemplares de estos objetos. Uno de ellos, de bronce y conservado en Villa Getty, mide 6.6 centímetros y data entre 25 a. C. y 100 d. C. Otro, en el Science Museum de Londres, data de entre 199 a. C. y 500 d. C., y presenta peculiaridades como la sustitución de la pierna derecha por un brazo izquierdo. También se conoce un esqueleto de plata hallado en Pompeya.
Memento mori: recordar para vivir
Los larvae convivales son un ejemplo de memento mori, recordatorios simbólicos de que la vida es corta y la muerte inevitable. Estos objetos invitaban a disfrutar del presente, un concepto reflejado en obras literarias como El Satiricón de Petronio, donde un esclavo manipulaba un esqueleto durante un banquete, recordando a los comensales la fragilidad de la existencia.
La práctica de regalar esqueletos en banquetes proviene de tradiciones egipcias, descritas por Heródoto, quien relataba cómo los anfitriones mostraban figuras de madera en pequeños ataúdes mientras aconsejaban a los invitados a disfrutar de la vida. Así, los larvae convivales combinaban arte, ritual y filosofía de vida en la sociedad romana.