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Un par de cuadros con el rostro de Paquita la del Barrio fueron ingresados a la funeraria Bosques del Recuerdo de la ciudad de Xalapa, donde, en una ceremonia íntima, son velados los restos de la cantante.
La cantante falleció esta mañana por un infarto fulminante, según declaraciones que la familia dio “Fue algo muy sorpresivo para todos. Sabíamos que tenía algunos problemas de salud, pero ya estaba más estable, por lo que no nos lo esperábamos. Todo sucedió de manera muy repentina”, contó su nieta, Kelly Grajales.
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Sólo amigos y familiares cercanos a la cantante, originaria de Alto Lucero, han arribado a las instalaciones del lugar, donde a puerta cerrada despiden al ícono de la música popular mexicana.
Afuera, un puñado de periodistas hacen guardia tratando de captar una imagen que represente el cariño a Paquita la de Barrio, cuya presencia era habitual por las calles, restaurantes y comercios de la capital veracruzana.
La familia de la llamada “Reina del Pueblo” o la “Guerrillera del Bolero” pidió privacidad y los habitantes de la ciudad se las concedieron: son muy pocos ciudadanos los que se han acercado a despedirla.
Eso sí, desde temprano, cuando se supo del fallecimiento, en los mercados públicos y en los puestos de la Central de Abasto sonaban sus canciones, esas en las que les cantaba a las “ratas de dos patas”, a los inútiles y a la escoria de la vida, como llamaba a los hombres.
Su cuerpo, según se sabe, será cremado y posteriormente llevado a la Ciudad de México para que sus fans la despidan. Luego regresará a la tierra que la vio nacer: Alto Lucero, una región del centro norte del estado de Veracruz.
Mientras, por las calles de esta ciudad, se le evoca contenta y amable con todo aquel que quería tomarse una fotografía a su lado, al lado de la mujer que se consideraba a sí misma como una terapeuta de mujeres.
“Pienso que sí, porque lo mismo me pasa a mí, cuando estoy cantando me desahogo, lloro, me río de algunas cosas y a la gente le pasa lo mismo”, decía en una entrevista de hace algunos años.
Ahí, Paquita confesaba que no odiaba a los hombres, simplemente había sido la vida que le tocó vivir y había que asumirla como tal.
“No, no odio a los hombres. No es odio ni rencor ni nada, yo viví mi vida y así me tocó.”
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