

Cada agosto, la NFL regresa con una promesa: el fútbol americano está de vuelta. Pero antes de los touchdowns que valen, los playoffs, el Super Bowl y las estrellas bajo los focos, existe una antesala menos glamurosa, aunque igual de vital: la pretemporada.
Durante cinco semanas —del 31 de julio al 25 de agosto— los equipos de la liga disputan juegos de exhibición que, si bien no cuentan para el récord oficial, sí pueden decidir el destino de decenas de jugadores. Son partidos donde los titulares suelen mirar desde la banda y el protagonismo recae en novatos, veteranos de salario mínimo y agentes libres no seleccionados, todos con una sola misión: ganarse un lugar en la plantilla definitiva.


La pretemporada es una especie de laboratorio para los entrenadores, que prueban esquemas y rotaciones; pero para los jugadores al fondo de la lista de profundidad, cada jugada es una entrevista de trabajo. De los 90 atletas que cada franquicia inscribe al inicio del campamento, solo 53 lograrán un sitio en la nómina activa cuando arranque la temporada regular el 4 de septiembre. Otros 16 podrán quedar en el equipo de prácticas, aunque con menor visibilidad y un salario mucho más bajo.
TAMBIÉN TE PUEDE INTERESAR
El 27 de agosto será el día más frío para muchos: alrededor de 1,200 jugadores serán cortados de sus equipos. Más de 500 podrían recibir un nuevo llamado, pero la mayoría se quedará fuera, al menos por un tiempo.
Así, la pretemporada se convierte en una vitrina para observar la verdadera profundidad de los equipos. No se trata de ver a Patrick Mahomes o Christian McCaffrey anotar touchdowns espectaculares, sino de seguir de cerca a quienes luchan en silencio por un lugar en la liga. Porque en estos partidos sin gloria, se juegan las historias más humanas del fútbol americano.