

La Colonia Enomoto, fundada en 1897 en la región de Soconusco, es un capítulo fascinante en la historia de la migración japonesa en México. Este proyecto, impulsado por Enomoto Takeaki, entonces ministro de Asuntos Exteriores de Japón, tenía como objetivo cultivar café en tierras adquiridas al Gobierno mexicano, marcando un hito en las relaciones diplomáticas entre Japón y México.
El viaje comenzó con la llegada de un grupo de 36 jóvenes japoneses desde el puerto de Yokohama, con grandes esperanzas y un plan claro: establecer una nueva vida en tierras mexicanas. Sin embargo, se encontraron rápidamente con desafíos imprevistos. Las condiciones climáticas adversas y la falta de recursos hicieron que la tarea de cultivar café fuera más difícil de lo esperado. Con la llegada de la temporada de lluvias, proliferaron los mosquitos, portadores de malaria, y muchos colonos comenzaron a enfermar.
A solo dos meses de su llegada, la mayoría de los colonos decidió regresar a Japón. Sin embargo, un grupo de seis jóvenes agrónomos decidió quedarse y fundar la Cooperativa San-ou, que no solo se enfocó en la producción agrícola, sino que también hizo contribuciones significativas al desarrollo local. A lo largo de los años, la cooperativa fundó un colegio japonés, instaló la red eléctrica y la tubería de agua potable en el municipio, y ofreció medicamentos gratuitos a personas de escasos recursos a través de una farmacia.
Para conmemorar esta importante migración, el gobierno mexicano erigió el Parque Enomoto en Acacoyagua, un espacio que celebra el legado de la comunidad japonesa en la región. Hoy, la Colonia Enomoto alberga a más de 76,000 descendientes de aquellos primeros colonos, conocidos como nikkei, quienes han dejado una huella imborrable en la cultura y el desarrollo de la zona.
A lo largo del siglo XX, se registraron tres flujos migratorios adicionales: de 1905 a 1910, de 1952 a 1970, y un último a partir de 1994, impulsado por la llegada de empresas niponas a México. La influencia de la comunidad mexico-japonesa es evidente en cada rincón de Acacoyagua, que se destaca como uno de los lugares más limpios del país. Los coloridos murales en sus calles, adornados con banderas y caracteres japoneses, celebran esta rica herencia cultural.