

Columna por Jorge Sanén
En estos tiempos, la política ya no puede hacerse desde el escritorio. La ciudadanía exige cercanía, escucha y resultados. Por eso, desde mi papel como diputado en el Congreso del Estado, he asumido una forma distinta de trabajar: salir a la calle, abrir el diálogo y legislar con base en lo que la gente vive todos los días.
El Congreso del Pueblo es una visión que construimos paso a paso. Es llevar el Poder Legislativo a las colonias, a las comunidades, a los espacios donde las decisiones sí importan. No se trata solo de aprobar leyes, sino de entender los contextos que hacen que esas leyes funcionen o fracasen. Porque solo estando cerca es posible crear soluciones reales.
Durante estos meses, hemos sostenido encuentros ciudadanos, audiencias abiertas y visitas a territorio. Escuchamos a jóvenes, madres trabajadoras, comerciantes, adultos mayores, activistas y personas que jamás habían sido tomadas en cuenta por sus representantes. Cada conversación ha nutrido la agenda legislativa que impulsamos desde el Congreso del Estado.
Esa cercanía nos ha permitido identificar prioridades urgentes: seguridad en barrios olvidados, acceso a servicios de salud dignos, apoyo real al emprendimiento local, defensa de los recursos naturales y la dignificación del transporte público. Y desde la 4T, entendemos que no hay transformación si no hay justicia social.
Hoy, el Congreso del Pueblo ya no es solo una idea, es una forma de gobernar. Es poner el oído en el corazón del pueblo para que cada ley sea útil, no decorativa. Es romper con el formalismo vacío para abrazar una política que nace desde abajo, con el pueblo y para el pueblo.
Seguiremos caminando a ras de suelo, no como gesto simbólico, sino como método de trabajo. Porque cuando un Congreso se aleja de su gente, pierde sentido. Y cuando se convierte en su voz, entonces empieza a transformar.