Manuel, Víctor, Francisco y Christian son integrantes de la cooperativa de Moto Taxis “Mi Pueblo Viejo”, que, además de prestar servicios de transporte, realizan labores a favor de la comunidad. Desde hace seis meses, otorgan alimento a casi 60 perros callejeros que se localizan en la zona de Terán, hasta los límites con Plan de Ayala.
Christian Joshep es uno de los prestadores de servicio que contribuye a esta actividad. Desde hace seis meses, ha encontrado en esta labor un alivio terapéutico. Mientras manejaba la moto para llegar al primer punto de alimentación, nos relató cómo ser partícipe le ha sido beneficioso. “Me he llenado de ronchas y todo por el estrés; he tenido que ir con el dermatólogo. Pero, gracias a Dios, desde que empecé a darles de comer a los perros, todo ese estrés se ha ido. Me sirve demasiado. El que tú vengas enojado un día por ‘X’ razón y el perro llega y se acerca.”
Desde muy temprano, reciben cerca de seis cubetas de 20 litros que contienen alimento, tortillas y caldo de pollo. Estos son dispersados en 10 diversos puntos que abarcan las colonias Manguito, Laguna, Monte Cristo, CCI, Tierra Negra, San José Terán, Rivera de Guadalupe, Rivera Candelaria y Pluma de Oro, donde se ubican estos cachorros callejeros.
Manuel Vázquez Pérez expresó que se siente “orgulloso porque es parte de aquí, de la colonia. Como veo que están sufriendo en la calle, andan pepenando basura, pues les damos algo, un poquito que se pueda. Es diario, a las 9 de la mañana se les deja comida.”
Don Víctor, un eslabón importante en este equipo, es zapatero de profesión. A pesar de no poder caminar junto a Christian, ambos realizan cada día el viaje para alimentar a estos perritos e ir relacionándose con ellos. Su permanencia ha contribuido a que, a pesar de estar en la calle, estos perros se conviertan en cuidadores de la comunidad.
La ruta de alimentación es todo un proceso, ya que cada punto representa una manada callejera diferente. A lo largo de estos seis meses, se ha observado una disminución en el nivel de agresividad y ataques a la población, pues la convivencia diaria, el contar con un espacio y alimento, los ha integrado a la comunidad. En un primer momento, la cooperativa logró instalar 15 casitas para resguardo de estos seres, aunque fueron robadas, quedando solo tres.
Actualmente, están trabajando en proporcionar esta convivencia a personas con capacidades diferentes, como una forma de terapia para ambos: para los perritos, para promover la convivencia y dejar de lado el sentimiento de defensa por subsistencia, y para los humanos, para aliviar el estrés y la cotidianidad de la vida, el trabajo y el día a día.