Opinión

El culto a la personalidad

José Miguel Martínez

El llamado “culto a la personalidad” se refiere a la exaltación y adoración desmedida de un líder, el cual se presenta como una figura infalible, extraordinaria y, en muchas ocasiones, con complejo mesiánico. A menudo, dicho culto se rinde a través de la propaganda en los medios de comunicación y tiene la finalidad de legitimar su gobierno, poder o el movimiento al que el líder representa. Aunque los sistemas totalitarios o las dictaduras son los escenarios típicos en los que encontramos esta situación, no siempre es así.

Un claro ejemplo al culto a la personalidad es Hugo Chávez, expresidente de Venezuela quien, a través de un programa de televisión llamado “Aló Presidente”, hablaba con las personas y tomaba decisiones gubernamentales en vivo para así mantener un alto índice de popularidad y cercanía con los venezolanos.

Esta dinámica generó mucha división entre la población, y principalmente entre empresarios y académicos, quienes se mostraban altamente preocupados porque se tomaban decisiones sin antes pensar en las consecuencias.

Otra figura representativa de este fenómeno es Francisco Franco, el cual se consideraba “el elegido por Dios” para salvar a España de los peligros que pudiera enfrentar dentro y fuera del territorio. Él mismo se autonombró “el caudillo de España por la gracia de Dios”, enalteciendo su poder en España y entre sus adeptos y críticos.

Por otra parte, cuando Al-Assad tomó el poder en Siria mediante un golpe de Estado, además de erigir estatuas y monumentos de su persona por todo el país, sus seguidores y los medios locales lo empezaron a llamar “Al-Abad”. Esta es una terminología árabe para referirse divinamente a alguien, traducida como “por siempre, infinito e inmortal”. Este término divino fue usado, además, para justificar tanto la violencia que el régimen usaba en contra de los disidentes, como el terrorismo de Estado.

Pero cómo hablar del culto a la personalidad sin hablar de Corea del Norte, donde hay estatuas y monumentos de la familia Kim, dinastía que gobierna desde 1948. Un país donde criticar o simplemente hablar mal del “supremo líder” implica pena de muerte, una nación en donde siquiera intentar escapar del régimen te puede costar la vida.

La creencia de que los jefes de Estado son dioses también es evidente en Estados Unidos de la mano de Trump, actual presidente, donde se considera que solo él podrá salvar a su país de las malas elecciones de gobiernos pasados. Se cree que Donald Trump es el único que vela por el bien de su nación y sus valores tradicionales. El único capaz de restaurar en Estados Unidos la gloria de su antigua hegemonía en el mundo.

En síntesis, podemos ver claramente que los que usan el culto a la personalidad “se ensalzan” prácticamente como dioses, como los únicos salvadores de sus naciones y de su pueblo, que ha sido maltratado por otro poder, ya sea nacional o extranjero.

El culto a la personalidad también se usa para: 1) justificar acciones gubernamentales tomadas de manera autoritaria o que no siempre se usan para el bien de todos, como lo vemos en el caso de Siria o, 2) para callar a la oposición, como en el caso de Corea del Norte.

Lo que, a mi parecer, resulta más preocupante es que aquellos que comulgan con el culto a la personalidad, sean parte del poder o no, se niegan a ver que el supremo líder pueda cometer errores. El pensamiento crítico parece anularse y, en consecuencia, todo está bien, comulgando por completo con la falsa idea de un ser superior.

Les quiero desear una feliz Navidad, llena de amor y en compañía de sus seres queridos. Dejen el teléfono y los problemas a un lado y disfruten con sus seres queridos; esos recuerdos son los que se quedan en la memoria toda la vida. ¡Feliz Navidad!

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