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Científico de UNAM logra sueño de colaborar con Nobel de Química

CIUDAD DE MÉXICO, octubre 17 .- El pasado 9 de octubre se dio a conocer que la Real Academia Sueca de Ciencia otorgó el Premio Nobel de Química al bioquímico estadounidense David Barker, gracias a su colaboración en el diseño computacional de proteínas, proyecto que se visibilizó hace poco más de dos décadas, época en la que tuvo su primer encuentro con el mexicano Daniel Silva que, por ese tiempo, trabajaba en uno de los laboratorios de la UNAM y, después de su primer contacto, dedicó 10 años de su vida para profesionalizarse y convertirse en el colaborador del Nobel.

La Gaceta de la UNAM presenta la historia de David, uno de sus egresados, que ahora es colaborador y socio de Baker, el científico reconocido con el Nobel de Química de este año.

“Nosotros sentíamos que este año Baker se llevaría el galardón, y era algo que, honestamente, se merecía desde hace muchos años. Yo puse mi alarma para despertarme a la hora en que inició la premiación, y sentí mucho orgullo por él y todos aquellos que hemos colaborado en su proyecto durante estos años”, rememora.

Silva Manzano estudió la carrera de Bioquímica Básica en la Facultad de Medicina y, más adelante, se doctoró en Ciencias Bioquímicas en la Facultad de Química.

En 2004, trabajaba en uno de los laboratorios de la UNAM, el cual sería visitado insospechadamente por Baker que, por ese mismo año, había viajado a nuestro país para ofrecer una conferencia en la Facultad de Medicina.

El científico de la Universidad de Washington fue invitado por los organizadores de la conferencia a dar un recorrido por las instalaciones, invitación que rechazó, pues Baker prefirió dar un paseo por el laboratorio en el que precisamente se encontraba Daniel.

Curioso, el doctor estadounidense se acercó a un joven Daniel, de 24 años, para cuestionarlo acerca de en qué estaba trabajando, así dio inicio una conversación que se prolongó horas y que dejaría al universitario con la sensación de querer encontrarse de nuevo con Baker, esta vez, para colaborar juntos.

Sin embargo, en ese momento, la inexperiencia de Silva lo impidió, aunque eso no significó un obstáculo para cumplir con sus sueños, sino en el aliciente para que trabajara en profesionalizarse, pues Baker le había hecho una promesa, luego de proponerle que lo buscara cuando estuviera listo para adentrarse en el diseño de proteínas.

“Tenía el deseo de trabajar con él porque quería aprender sobre el diseño computacional de proteínas y su perspectiva para hacer las preguntas correctas, y luego contestarlas de la manera correcta”, confió.

Fue así que, tiempo después, dejó la UNAM para viajar a Hong Kong donde comenzó a trabajar en el área de la química computacional, estancia que se prolongó por tres años.

“A la UNAM siempre la tengo presente, me siento orgulloso de haberme graduado ahí, he estado por todo el mundo, en universidades muy prestigiosas, he trabajado en laboratorios increíbles y con científicos muy conocedores, pero nunca me he sentido menos que ellos porque la educación que recibí fue la mejor, la UNAM no le pide nada a otros institutos educativos”, destacó.

En 2014, se comunicó con Baker y aunque su último encuentro había tenido una década antes, el bioquímico recordó a David, quien le dijo sentirse preparado para comenzar a trabajar con él y en su laboratorio, ubicado en el Instituto de Diseño de Proteínas de la Universidad de Washington.

Sin embargo, el científico le señaló que, para poder formar parte de su equipo, necesitaba obtener una beca de la Universidad de Washington, la que finalmente logró obtener.

Fue así que comenzaron una colaboración de 10 años, en la que Silva Manzano se ha dedicado a diseñar proteínas con funciones terapéuticas y a convertir y traducir conceptos científicos para ser utilizados en medicamentos que son puestos a la venta.

A lo largo del trabajo en conjunto, Baker y Silva crearon la empresa Monod Bio (en 2017), en la que impulsan ahora la creación de proteínas con ayuda de la Inteligencia Artificial, en la búsqueda de crear herramientas RUO e IVD, las cuales tienen un gran beneficio; pueden producirse más rápido, con mayor efectividad, y con menos dinero.

“Lo que hemos hecho nos va a ayudar a hacer muchísimas cosas de una manera progresiva, pero todas para mejorar la humanidad. Servirá para hacer medicinas, mejores diagnósticos y tener mejores herramientas para la investigación”, dijo el universitario para la Gaceta.

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